martes, 12 de agosto de 2014

Padre…
Madre…
De ojos mansos:
sé que estás, invisible, en todas las cosas.
Que tu nombre me sea dulce,
la alegría de mi mundo.
Regálanos las cosas buenas en que te complaces:
el jardín,
las fuentes,
los niños,
el pan y el vino,
los gestos de ternura,
las manos sin armas,
los cuerpos abrazados…
Sé que lo que tú quieres darme es aquello que más hondamente
anhelo, el deseo que he olvidado…
Pero que tú jamás olvidas.
Cumple, pues, tu deseo para que yo pueda reír.
Que tu anhelo se cumpla en nuestro mundo, en la misma
forma que palpita en ti.
Concédenos el gozo en las alegrías de hoy: el pan,
el agua,
el sueño…
Líbranos de la ansiedad.
Que miremos a los demás con tanta mansedumbre,
Como tú nos miras a nosotros. Porque si somos violentos,
seremos incapaces de acoger tu bondad.
Y ayúdanos para que no seamos engañados por los malos deseos
y líbranos de aquel que carga la muerte en su mirada.
Amén.     R: ALVES.