miércoles, 5 de agosto de 2015

Los dos árboles

Amado, mira en tu propio corazón
El árbol sagrado crece allí;
Las sagradas ramas brotan con la alegría
de cuantas temblorosas flores echa.
Los colores amables de sus frutos
se bruñieron a la gozosa luz de las estrellas;
La firmeza de su oculta raíz
prendió en la noche dichosa;
La agitación de su copa hojosa
debe a las alas su melodía,
y unió a mis labios la música
para entonarte un encantamiento.

Allí el Amor fluye
en el círculo flamígero de los días nuestros,
girando, caracoleando aquí y allá
de esas maneras desconocidas,prodigiosas;
Recordando la agitada copa
y cómo alzan el vuelo las sandalias aladas,
que tus ojos se abran llenos de tierno interés;
Amado, mira en tu propio corazón.

Nunca mires en el espejo del cinismo
que los demonios, con aquella sutil astucia suya, nos tienden al pasar.
O sólo mira por un instante;
Allí prospera una fatal imagen
que refleja una noche tormentosa,
raíces medio ocultas bajo la nieve,
ramas rotas y hojas renegridas.

Por eso debes regresar a la inocencia
desde el siniestro umbral que alzan los demonios,
el espejo de espejismos
que fue levantado aquella vez que Dios durmió.
Allí entre las tronchadas ramas, van
los cuervos que incesantemente deliberan;
volando y graznando de aquí para allá,
de cruel garra y voraz garganta,
o se detienen a husmear el aire,
y sacuden sus crespas alas.
Tus tiernos ojos exageran todo cuanto no es bueno:
Amado, mira en tu propio corazón,
el árbol sagrado crece allí:
sus ramas sagradas brotan alborozadas
como las gráciles flores que echa.
Recordando aquella copa agitada
y cómo alzan el vuelo las aladas sandalias,
que tus ojos se abran llenos de considerada atención;
Amado, mira en tu propio corazón.

William. B. Yeats.

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